En ocasiones hemos escuchado en corrillos de pescadores historias de capturas épicas de «salmones» en ríos de nuestra Región de los Ríos. Sabido es también que hasta hace algunos 20 años atrás la presencia de esta especie era un mito y generalmente se trataba de grandes truchas arcoiris (Oncorhynchus mykiss) descendientes de aquellos ejemplares que fueron sembrados en las aguas de nuestro país a comienzos del siglo pasado.
Hace unos 10 años comenzaron las primeras capturas de salmón Chinook en la Bahía de Corral en las redes de pescadores artesanales e industriales así como los remontes de esta especie a través del Río Toltén y su afluente el Allipén en la Novena Región. Con posterioridad, y como era de esperar, los primeros ejemplares fueron capturados en el Río San Pedro por pescadores deportivos entre los que se cuenta nuestro socio Héctor Córdova.
Tal fenómeno también se ha manifestado en otros ríos de la Décima Región producto de escapes de los centros de cultivo de las numerosas empresas productoras de salmón ubicados tanto en lagos, ríos y estuarios de la patagonia chilena y que han colonizado lentamente nuestros cuerpos de agua.
Este domingo 30 de noviembre acudí temprano con un amigo que se está iniciando en la modalidad de pesca con mosca, a las riberas del Río San Pedro sólo por un par de horas con la idea de practicar su lanzamiento y con el compromiso de estar al mediodía en Valdivia por una cita médica.
Tras solicitar la autorización correspondiente al dueño del predio (amigo de mi compañero) y sorteadas cuatro trancas nos encontramos al momento de arribar al río, un bote cuyo tripulante en compañía de un menor recogían pancoras desde el lecho del río y que posteriormente emplearían en sus intentos de pesca (reñidos por cierto con la legislación vigente), mas tarde se sumó otra embarcación practicando el mismo modus operandi a lo que tales boteros nos tienen acostumbrados.
Tras varias capturas de pequeños ejemplares de truchas arcoiris y farios sentí un par de firmes «tomadas» que me hicieron comentar a mi ocasional partner acerca de un eventual ejemplar de buen tamaño.
-«Si, claro»- respondió con sorna – añadiendo: «el grande siempre es el que se escapa» -.
Particularmente me gusta pescar con moscas relativamente pequeñas incluso en grandes ríos y esta vez no fue la excepción. Cambié entonces mi mosca atractora a una ninfa #12 con cabeza de tungsteno, un tippett 2x atado a una línea de hundimiento de (200 grains) que me asegurara la ubicación de la mosca cercana al fondo del río.
Al recoger, después del primer lanzamiento, sentí una suave tomada y después de un largo segundo levanté la caña procurando enganchar la pieza la que se prendió del extremo de la línea. Debo decir que hacía tiempo no escuchaba el dulce canto del carrete soltando línea y luego backing que evidenciada el vigor del luchador pez. Después de unos minutos tuve en mi mano a la particular»trucha» mientras mi amigo capturaba la deseada imagen previo a su merecida liberación.
Mientras intentaba traer el pez a mi alcance le hice notar a mi compañero que los boteros, alertados por el sonido del carrete y por lo doblado de la caña se iban a aproximar para intentar pescar próximos a nosotros, lo que sucedió de inmediato. Para su decepción solo saqué el pez del agua brevemente para la foto de rigor y de espalda a ellos para liberarlo de inmediato bajo el agua por lo que no tuvieron ocasión de verlo, confiando que tal vez le habría dado la ocasión de vivir un día mas.
Una vez en casa, reexaminé la foto y me percaté de detalles que en el río no había notado. Primero fue la forma de la cabeza, de forma más aguzada o «hidrodinámica» que la trucha. Segundo: La trucha arcoiris agrupa sus manchas especialmente en el dorso, en este caso las manchas se mostraban dispersas en un patrón bastante regular. Tercero: La inconfundible forma de la cola del salmón cuyos vértices son fuertemente pronunciados y de corte casi recto a diferencia de la trucha arcoiris que los posee vértices mucho mas romos con una Vee en su centro y Cuarto: La ausencia de el color tornasolado en sus flancos característico de las truchas arcoiris (de allí su nombre), que en este caso se adiciona un color verduzco en su lomo.
Después de consultar diversas fuentes, casi puedo asegurar que el ejemplar capturado fue un Salmón del Atlántico (Salmo Salar) que probablemente haya escapado de un centro de cultivo emplazado en los ríos Valdivia y Tornagaleones en la cercanías de la bahía de Corral, y digo «probablemente» porque hasta el momento no me ha sido posible contactar con alguno de los centros de cultivo para conocer que especies manejan.
Las características mas relevantes de esta especie originaria de la costa europea del océano Atlántico las encontramos en una breve definición de la enciclopedia on-line Wikipedia nos permitirá reconocer los rasgos mas relevantes de la especie.
«El salmón común o salmón del Atlántico (Salmo salar) es un pez de la familia epónima de los salmónidos. Este pez grande y poderoso inicia su vida en los ríos, donde se alimenta de larvas de insectos y lombrices. Cuando alcanza unos 15 cm, nada río abajo para iniciar su vida en el mar.
Los salmones adultos suelen internarse en el Océano Atlántico y, de dos a cuatro años después, vuelven al agua dulce para el desove. Su increíble olfato les permite encontrar el camino hasta el río donde nacieron y se abren paso contra la corriente. La hembra deposita los huevos en el lecho del río. Luego del desove los adultos, débiles y agotados, emprenden el camino de vuelta al mar, dejando allí a las crías para que maduren solas.
El salmón común es muy apreciado por su valor nutricional. A veces se captura con redes pero, sobre todo, se cría en piscifactorías cerca de la costa. Llegan a medir hasta 1,5 m de largo.»
Finalmente cabe reflexionar si estaremos preparados para permitir que esta nueva especie colonice nuestras aguas compensando la baja talla de truchas por la extracción irracional de la que con frecuencia vemos en nuestros ríos, y no ser testigo del denigrante espectáculo del Río Allipén que cada año protagonizan los mal llamados «pescadores» que matan los grandes chinoock mediante garfios y lanzas precisamente en los momentos de su desove todo ello bajo la mirada indiferentes incluso de quienes deberían por mandato, fiscalizar esta actividad «deportiva».
Texto y Fotografías: Luis Vásquez G.
Socio del Club de Pesca Ríos del Sur – Valdivia.