Futaleufú, «río grande o grandes aguas» en lengua mapuche, fue el destino marcado en nuestro mapa para organizar una nueva aventura de pesca en el mes de febrero de este año. Enclavada en el medio de la Cordillera de Los Andes, a 350 metros del nivel del mar y a 715 km de distancia de Valdivia por territorio argentino, este lejano paraje de la Provincia de Palena nos sedujo como un destino idílico de pesca, pero incierto en cuanto a resultados; tanto por su fama de río para cultores de kayak, rafting y otros, cuanto por el desconocimiento de las zonas de pescas del río, en el evento de que existiesen.
Tras largos preparativos y fatigados por un largo y tedioso viaje, no sin novedades dado que uno de nuestros móviles se vio impedido de salir del territorio chileno, nos adentramos en páramos interminables propios de la pampa argentina, llegando al anochecer al poblado de Futaleufú en la Patagonia Norte chilena. Nuestro primer objetivo en todo caso estaba cumplido: llegar.
Arribamos al poblado con buen clima. Tras un merecido y reparador descanso en una cómoda residencia donde nos brindaron cobijo y alimentos, quienes participamos de la aventura nos aprontamos a la jornada de pesca matutina. Olvidamos eso sí uno de los principios básicos de todo pescador que se adentra en estas tierras sureñas: la variabilidad del clima. A la madrugada nos despertó un tímido sonido característico de la lluvia golpeteando el zinc de los techos, situación que mudó en un temporal de aquellos, con vientos largamente superiores a los 60 km por hora, acompañados de una lluvia torrencial que preludiaba una larga jornada de naipes y mate. Demás está recordar que esta zona cordillerana se caracteriza por un clima templado lluvioso, con altas precipitaciones estivales y profusa nieve en época invernal. Casi a media mañana de nuestro primer día «de pesca» y ya cuando cundía una desazón en los ánimos de todos, un milagroso cambio de clima hizo disipar la angustia y nos preparamos a armar nuestros artilugios de pesca.
Nos adentramos en el curso del Futaleufú y … sin guía!!! Nos encontramos con un río caudaloso, con aguas de color verde esmeralda, mundialmente conocido por sus rápidos; aunque escondido en algunos valles, presenciamos variados accidentes naturales de grandes remolinos, pequeños brazos, reflujos de agua, acantilados, pequeñas bahías y grandes y hermosos posones de aguas transparentes, lo que nos daría alguna posibilidad de pesca, aun cuando altamente desafiante. En todo caso el viaje ya estaba pagado: el entorno del río es de una belleza sobrecogedora; la naturaleza se presenta virgen y cautivante, donde la pesca se practica en un marco de imponentes montañas y riscos, matizados con ventisqueros y bosques húmedos y espesos, de un verde profundo e intenso, donde el encuentro con el chucao y otra fauna nativa resulta casi familiar.
Dimos inicio a nuestra jornada vadeando un sector dentro del Fundo Confluencia, en el llamado valle «Las Escalas», lugar en que se produce un remanso propicio a nuestro fin último: pescar!!! Aquí se produce la confluencia del río Azul con el Futaleufú, sector denominado «De la Dificultad» con rápidos para rafting grado 5, mencionado por los lugareños como «La Garganta del Diablo». Después de caminar un centenar de metros y a pesar de lo alto que se presentaba el cauce del río llegamos a la orilla. Logramos capturas interesantes: truchas arcoíris vigorosas, de 1 kg promedio, capturadas con líneas de hundimiento de 200 graims, atrapadas todas con moscas «streamers», atadas en anzuelos 6 y 8.
Si bien es cierto que comentar acerca del equipo de pesca es siempre peligroso, podemos dar fe que en esta excursión no se presentó capturas ni piques con ninfas o moscas secas, a pesar de denodados esfuerzos de uno de nuestros compañeros de pesca en dar vuelta el destino. En todo caso al menos el día estaba salvado, más aún cuando nos encontramos con la promesa de un lugareño de llevarnos a una laguna cercana donde según él abundaban truchas de 4 y 5 kg, que por cierto sólo era posible capturar entre 8 y 9 de la noche.
Volvimos a nuestro centro de operaciones, cansados pero satisfechos. Allí como fue costumbre nos esperaban con comida y un lecho caliente, que a esa altura se presentaba como imprescindible dado el incesante viento frío que corre en las zonas patagónicas, a pesar del sol que alumbró toda nuestra primera jornada de pesca.
La segunda jornada sería diferente. Este día se presentó lluvioso, con viento y sol… TODO A LA VEZ…!!!; cosas que sólo suceden en nuestro sur profundo. Nos embarcamos a las 07:30 a. m. en un bote de aluminio tipo Mckenzie y en un cataraft para 2 pescadores. La pesca se presentó de 2 formas: con líneas de flote y moscas secas, atadas en anzuelos 14 y 16 colores verdes nilo y tan, ello mientras navegábamos a los lugares designados por los guías para vadear. Resultó muy beneficioso para quienes practicaron esta forma de pesca: numerosas capturas en lugares que resultaban ser verdaderos «acuarios», así llamados por los guías por la cantidad de truchas que se veían en la superficie del río, las que asechaban el alimento que cae de los sauces que abundan en el sector. ¡Todo un sueño!. En segundo término se nos recomendó pescar con líneas de hundimiento de 200 graims o superior, con streamers atados en anzuelos 6 u 8 a objeto de hacer frente a lo alto del cauce del río.
Vadeamos el río Futaleufú en un transecto de 4 km, donde islas, remansos, paredones, pozones y variadas correntadas dan vida a un espectáculo sin igual de truchas arcoíris y marrones, grandes, saludables y vigorosas, donde los ataques de las residentes eran casi inmediatos de posadas las moscas en su cauce. Principalmente predominó las capturas con Woolly Bugger, mayormente atadas en colores verde y marrón. La estrella, sin embargo, fue una mosca Woolly Bugger atada en anzuelo número 8 con cola de marabú negro y cuerpo de chenille negro, con 2 o 3 últimas vueltas en rojo fuerte (Egg Yarn) y hackle negro atado hasta la cola: «la Egg Sucking Leech» conocida como «sanguijuela». Ésta capturó las piezas más grandes, la que funcionó como un «atractor» fenomenal.
Volvimos a nuestro refugio al caer la tarde con la tarea cumplida: un centenar de truchas mayormente arcoíris hicieron de la jornada un día inolvidable. Hubo capturas de truchas fario de 3 a 4 kg. en distintos sectores, presentándose el río como tranquilo para vadear, pero con mucho viento, característico de la zona según quienes nos guiaban.
La tercera jornada sería muy similar a la segunda, pero con una diferencia sustancial: el clima. Nos encontramos con un día radiante, con temperaturas altas y el río más bajo. Distante 54 km de Futaleufú al sur oeste, nos dirigimos a un sector llamado «Puerto Ramírez», último tramo del río donde es posible pescar. Ingresamos en el último rápido del río Futaleufú donde el paisaje es simplemente sobrecogedor: 12 km de río apto para vadear, con islotes por doquier. Quienes participamos de la expedición este día quedamos maravillados por la belleza del lugar, donde no encontramos ningún otro pescador ni signos de presencia humana. Se trata de un sector poco frecuentado, calmo en el curso del río y en el cual se nos dijo por los guías que la pesca era más técnica… ¡menor que aguas arriba pero de piezas de mayor tamaño…!.
La verdad es que fue un día de menor pesca…, quizás por la temperatura del agua, pero fue pródigo en experiencias inolvidables. Una de ellas: la confluencia del río Futaleufú con el río Malito nos presentó un espectáculo de variadas truchas grandes y vigorosas sobre la superficie del agua a la espera de la nutrida comida que trae este cauce. No pudimos capturar ninguna, quizás por la emoción de ver tanta trucha junta, pero el espectáculo fue sin igual.
No podemos dejar de precisar algunos conceptos: nuestra escapada al sur requería de al menos 3 o 4 jornadas más de pesca, para poder siquiera conocer la gran cantidad de lagunas, ríos y lagos que circundan el valle del Futaleufú. Sin perjuicio de ello, tan sólo conocer que existen lugares donde la conservación y la protección de nuestra pesca se hace tangible, sea a través de la pesca con devolución («catch and release»); sea por la prohibición de la autoridad municipal de navegar en los cursos de ríos con motores, invita a emular estas prácticas y hacerlas parte de nuestros cursos de agua.
La parte preocupante de la expedición fue constatar que poco y nada hacen nuestros organismos públicos encargados en la Frontera de prevenir que el «Dydimo – Dydimosphenia geminata-» se propague a otros cursos de agua. Esta alga, declarada como «plaga» por el SAG el año 2010, ha infestado las aguas del río Espolón y otros aledaños, produciendo severas alteraciones fisioquímicas y biológicas y afectando el equilibrio ecológico. Es de esperar que no sea tarde… y que se generen a nivel estatal las medidas de mitigación apropiadas para evitar el contagio de otras zonas libres de este mal. En nuestro concepto la entrega de folletos explicando el problema no es suficiente para evitar su proliferación.
Por último, somos claros en aclamar que la experiencia vivida en estos pocos días en esta zona austral del mundo quedará grabada en la memoria de todos quienes participamos de las jornadas de pesca, con la promesa marcada en nuestras cañas mosqueras de volver en una nueva oportunidad al maravilloso «río grande».
Club de Pesca Ríos del Sur.