Transcurría el mes de enero cuando acordamos con un amigo brindarnos una tarde de pesca y amenizada con el asado de rigor con nuestras familias a orillas del Río San Pedro cerca de un camping ribereño.
Promediada la tarde, después de dar cuenta de un delicioso almuerzo decidimos hacer una visita al río como preludio de lo que sería la pesca de emergentes aprovechando la eclosión crepuscular de caddies y mayflies. El ansia de llegar al río hizo adelantarme a mi partner a quien llamaré Juan, y recorrer rápidamente los aproximadamente 150 metros de un potrero que orillaba un cantil de unos 2,5 metros, en cuyo fondo había un estrecho pasaje de ripio que permitía el desplazamiento por la orilla del agitado curso de agua.
Mientras caminaba por el potrero, en dirección aguas arriba del río, decenas de langostas volaban en todas direcciones, sin embargo las ráfagas de viento hacía que las que volaban mas alto fueran a dar al agua. Al acercarme a la orilla pretendiendo saber que sucedía con los insectos, me fue imposible ver algo porque la superficie del río en ese sector era de aguas agitadas y los múltiples reflejos hacían imposible distinguir cualquier cosa que flotara.
Descendí al lecho de piedras en el punto acordado y caminé una decena de metros aguas abajo haciendo los primeros casteos en espera de mi compañero. Unos minutos mas tarde su presencia fue anunciada por las langostas que volaban a su paso y caían pesadamente al agua.
Una vez mas traté de ver las langostas que deberían pasar por mi lado, ninguna se mantenía sobre el agua, todas desaparecían… pensé – tal vez la caída es muy alta y el peso del insecto rompe la tensión superficial-. De pronto, en forma casi imperceptible me dí cuenta que una de las últimas langostas caídas desaparecía súbitamente tras haber mantenido su flotabilidad durante un par de metros.
“Vaya”- pensé- “esto no es producto de la Física”. Solo cabía una explicación: las moscas eran prácticamente succionadas delicadamente por las cebadas truchas que aguardaban el festín de langostas en ese ventoso día.
Como resultado de mis primeros años de atar cuanto patrón veía o encontraba atractivo (estoy hablando de unos 18 años atrás cuando una revista o un simple catálogo era un tesoro que pasaba de mano en mano) tenía un par de moscas de “Hopper o Grashopper” (Saltamontes, langosta) en números 10 y 12 que dormían en mi caja de moscas secas al menos una temporada.
Tal vez por la urgencia de atar, la primera mosca cayó al río y desapareció unos segundos después de mantenerse a flote. La última y única mosca debería confirmar lo que mi teoría postulaba. (Recuerden, no existía la profusa información que disponemos hoy).
El primer cast fue lastimosamente imperfecto por el poco espacio que me dejaba el cantil a mis espaldas y la mosca terminó cayendo a menos de un largo de caña de la orilla. Mientras recogía rápidamente para intentar un segundo lanzamiento, una pequeña arcoiris había cogido la mosca Nº10 y hacía frenéticos esfuerzos para huir a la protección de las profundidades. Consideré este hecho como premonitorio de lo que sucedería mas tarde.
Vigorosas truchas que se mantenían en el margen de la corriente principal se desplazaban hasta dos metros hacia aguas muy someras que en ocasiones dejaban ver sus dorsos y aletas, con el objetivo de coger los insectos que caían escandalosamente en la superficie.
Notable fue comprobar que las truchas no solo cogieron la mosca cerca de las orillas sino que también lo hicieron en la corriente principal del río. Curiosamente las capturas fueron mayores cuando el patrón fue atado a una línea de hundimiento y se desplazaba en profundidades superiores a 1,5 metros o lo que la velocidad de la corriente permitía. Deduje entonces que las caídas de las langostas era de ocurrencia normal y que las truchas mayores, aquellas que tenían los mejores apostaderos cerca del fondo las habían incluido en su menú diario.
Los piques se sucedieron regularmente pausa hasta que la penumbra impedía ver donde se posaba la mosca, lo mas notable tal vez fue el hecho que mientras más desarmada estuviera la mosca las tomadas eran mas violentas.
Este hecho lo he asociado a la proximidad de la emergencia de caddis ya que la maltratada mosca lucía como una destartalada Elk Caddis.
La curiosidad de mi amigo –creo- fue menor que su orgullo para preguntar con que patrón estaba pescando, por el contrario, persistió en el uso de streamers y patrones de Adams hasta bien entrada la noche con discretos resultados.
Una vez terminada la jornada, mientras bebíamos el último café antes de emprender el regreso, se acercó con una actitud humilde (algo difícil de observar gratuitamente) y musitó entre dientes -¿Y?- entonces exhibí con orgullo la maltratada mosca que en ese entonces lucía como un viejo plumero.
La miró con detención y luego preguntó – ¿de que patrón se trata?-.
– Patrón de langosta- contesté.
Levantó las cejas y con una mirada suspicaz me preguntó… -¿en serio?
Si poh, seguro- afirmé.
La miró con mas calma y tirándomela por la cabeza me dijo: Saaaaa….!!!
La Mosca.
Este patrón de mosca seca, está construida con materiales de alta flotabilidad que aseguren forma, color y tamaño de una langosta. En anzuelos de tamaño 8 al 12 ha generado una serie de patrones que imitan una langosta adulta, un grillo u otro insecto del orden Ortópteras de similares características.
Sin duda que uno de los patrones mas difundidos es el Dave’s hopper creada por Dave Withlock, y todas las variaciones que se derivan de ella.
Otros exitosos patrones son Letort Criket, Letort hopper, Madam X, Turk’s Tarántula,
Dave’s Criket, Irresistible Hopper y otras moscas que desarrollarán un comportamiento similar cuando sean puestas en el agua.
Básicamente están construidas con materiales de origen natural como el pelo de ciervo, y materiales sintéticos como el foam. La característica común de estos componentes es su alta flotabilidad que le permita mantenerse sobre el agua el mayor tiempo posible.
Como pescar con la mosca saltamontes.
Para un exitoso uso del patrón de Saltamontes será preciso imitar la situación mas frecuente en que este insecto se presenta a los ojos del pez, es decir, imitar la caída de una langosta al agua. Para ello haremos caer nuestro patrón en un lugar cercano a una ribera cubierta con pastizales donde la caída de insectos sea frecuente.
Uno de los ambientes mas propicios para experimentar con este patrón son los spring creeks patagónicos existen abundantes poblaciones de langostas
Tras una espera de algunos segundos, en que la mosca derivará libremente en la superficie, recogeremos nuestro patrón en breves tirones que imitará el movimiento natural de las poderosas patas posteriores de la langosta sobre el agua.
El pescador deberá ubicarse fuera del campo de visión del pez y deberá procurar que el chapoteo de la caída de la mosca sea el mensaje que recibirá la trucha que la cena está servida y acudirá a la cita, los posteriores movimientos bruscos gatillará el ataque de la trucha a nuestra imitación.
Debido a que es un patrón de mosca seca, la línea a utilizar deberá ser de flote con largos líderes (sobre 9 pies) y tippets de un grosor de 4X o menor que disminuyan las posibilidades que el pez sea espantado por la presencia de cualquier elemento llamativamente ajeno a su entorno. Tal precaución deberá extremarse en aguas lentas o quietas donde la trucha tendrá un amplio campo visual y todo el tiempo del mundo para inspeccionarla.
La tomada de este patrón de mosca es sencillamente espectacular, al igual que la mayoría de las grandes moscas secas debido a su violencia y porque generalmente la trucha asoma parcial o totalmente su cuerpo fuera del agua provocando imágenes difíciles de olvidar.
Personalmente recomiendo escoger el patrón de saltamontes o langosta tomando como referencia el color y tamaño de los insectos que viven en el entorno, así, nuestra trucha la verá como el alimento que cotidianamente conforma su dieta.
Le invito a experimentar la pesca de truchas con este patrón, sin duda que tendrá una experiencia que no olvidará por largo tiempo.
Luis Vásquez G.
Socio Club de Pesca “Ríos del Sur- Valdivia”