Los peces son vertebrados acuáticos por excelencias. Todas sus estructuras y funciones se identifican con este tipo de ambiente: su forma, movimientos, respiración y especialmente sus actividades relacionadas con la alimentación y reproducción son típicas de un animal cuyo medio es denso, poco permeable a la luz, no sujeto a oscilaciones térmicas bruscas y en el que generalmente hay abundante disponibilidad de alimentos.
Por ello, la protección de la fauna ictica no puede desligarse del conocimiento del medio acuático y de sus múltiples relaciones con él, objetivo principal de ecología.
Los peces, así como otros organismos acuáticos, se encuentran fuertemente relacionados con los diversos factores físicos, químicos y biológicos del medio en que habitan. Así, determinadas las condiciones de turbiedad, salinidad, contenido de nutrientes, etc., se convierten en limitantes para la vida de algunas especies, conformando un «hábitat» característico en el que sólo puede prosperar una flora y fauna particular. El pez depende de la estabilidad de la composición y características de su «hábitat» similarmente a como nosotros dependemos del medio que nos rodea. Por otra parte, las posibilidades de vida de cualquier ser en la naturaleza son proporcionales a su capacidad para utilizar en su propio beneficio la energía dispersa.
La principal fuente de energía del planeta es el sol. Sus radiaciones, emitidas en forma de ondas eléctro-magnéticas, son aprovechadas directa o indirectamente por todos los organismos (condicionando su mejor o menor aprovechamiento, al mayor o menos éxito de varias formas vivas),
La captación directa de esta energía es realizada por los vegetales clorofilados acuáticos y terrestres a través del proceso llamado «fotosíntesis». Por este proceso, los vegetales consiguen construir, en torno a núcleos de carbono, moléculas orgánicas de elevado contenido energético.
Un gran número de otros seres vivos no tienen esa capacidad y deben obtener su energía de otros organismos, como es el caso de los animales, y algunos vegetales no clorofilados.
En el ambiente acuáticos, el ciclo de fijación y utilización de la energía comienza con el aprovechamiento de la energía solar y síntesis de compuesto orgánicos por los seres clorofilados (principalmente algas microscópicas del plancton). La fuente de carbono es el anhídrido carbónico disuelto en el agua y un producto importante del proceso es el oxigeno que se libera enriqueciendo el medio. La materia orgánica vegetal así formada, puede ser ingerida por peces o servir como primer eslabón de una cadena alimentaría que incluye desde los diminutos animales planctónicos, vermes, larvas de insectos, crustáceos y moluscos y finalmente peces.
La posición de un determinado pez en esta cadena es la de define su función en el ecosistema o «nicho ecológico de la especie». El pez, ingiriendo compuestos orgánicos, sean animales o vegetales, se autoconstruye y dispone de reservas energéticas. Este aprovechamiento de la energía lo consigue a través de un proceso llamado «respiración aeróbica, que implica consumo de oxigeno (especialmente producto de la fotosíntesis) y liberación de anhídrido carbónico, que a su vez se convertirá en la forma básica de carbono para la actividad fotosintética.
Los únicos elementos que deben ser dados al agua para que este equilibrio se establezca son: luz solar y pequeñas cantidades de sales esenciales para los vegetales, como son los nitratos y fosfatos.
De la existencia de fuentes permanentes de esos componentes dependen todas las formas de vida acuática.
Sin embargo, cada vez el ambiente acuático se ve más cargado de sustancias nocivas para la vida de los peces: sustancias tóxicas o reductoras (que roban el oxigeno), agentes físicos o químicos que destruyen huevos, larvas y aun dañan a los propios adultos.
La enorme actividad humana es responsable de la muerte diaria de millares de peces el los ríos y lagos del planeta.
Todos los días, nuevos procesos industriales se crean, cargando el agua de los ríos con residuos nocivos como productos químicos reductores, aceites que impiden el libre cambio de gases en la superficie, petróleo, detergentes, partículas en suspensión que entierran huevos y nidos, dañan los delicados tejidos respiratorios o arrastran el alimento hacia el fondo.
La protección de los peces y el incremento de su producción exige no sólo el conocimiento de su biología y desarrollo, sino un acabado estudio de las condiciones ecológicas y de características del agua en que viven.
No es posible pensar el la protección de los peces sin pesar en la protección de su ambiente: el agua y su entorno.
Bibliografía: S.A.G. ministerio de agricultura
Sr. Adrián Dufflocq
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Fernando Collinao Reyes
Socio del Club de pesca Ríos del Sur