En tertulias o conversaciones con personas que recién empiezo a conocer, cuando se enteran de mi condición de pescador con mosca y en un afán de interesarse en el tema, con frecuencia preguntan: ¿cual es la pieza más grande que ha pescado?
He aprendido que generalmente esa pregunta la hace el pescador ocasional, que acude al río con el propósito de traer un mayor número de peces sin reparar demasiado en la técnica o métodos de captura que en ocasiones limita en la ilegalidad.
Resulta curioso, pero el pescador con mosca que ha sabido dominar su legítima ansiedad de procurar grandes capturas, que devuelve los peces sin daño a su medio, que busca permanente mejorar su técnica de lanzamiento, hace una correcta lectura del río y privilegia la dificultad por sobre el éxito fácil, inquiere acerca de otros aspectos de la pesca, como variedades de insectos, eclosiones, régimen de crecidas entre otros.
Sin duda que la necesidad de reconocimiento social, la competencia, que se manifiesta en todos los campos de la actividad humana, hace necesario exhibir grandes logros demostrables a nuestros pares, termina haciéndonos creer que el éxito de una jornada necesariamente pasa por la captura de la pieza mayor. Tal aspiración, siendo legítima en el fuero íntimo de nuestra especie humana, no es necesariamente la única forma de ver o practicar nuestra afición.
La pesca en destinos famosos por sus grandes capturas, lleva a muchos pescadores a congregarse en ciertos lagos o ríos con un número cada vez mayor de aficionados. La inconciente competencia que se desarrolla entonces, hace que el pescador ansioso comience un frenesí de cambio de moscas buscando en su caja aquella que le asegure la mejor captura que sus ocasionales «competidores».
Buscando enfrentar mis propios desafíos, he optado en estos últimos años por pequeños esteros que se deslizan por los faldeos de la Cordillera de la Costa, que poco saben de coloridos y brillantes señuelos metálicos, provistos de múltiples arañas que enganchan o desgarran cualquier parte del pez que, curioso se acercó a observar al exótico visitante. Las capturas en estos ríos distan mucho de los «trofeos» que se exhiben en las promociones turísticas, por el contrario, sus tallas son modestas y son sobrevivientes de un medio difícil con cantidades limitadas de alimento o aguas de calidades extremas.
Aún así, a veces estos peces pueden llegar a sorprendernos por su talla y peso, incluso su morfología, la que se ha adecuado a los recónditos ambientes sombríos, cerrados y con lechos tapizados de raíces y troncos.
La especie mas abundante de estos ambientes de aguas relativamente turbias por la presencia del tanino de troncos o maderos sumergidos y con modestos niveles de oxígeno es la Trucha Fario (salmo trutta), que se ha adaptado exitosamente a este medio desplazando o compartiendo su hábitat con nuestra trucha nativa o Percatrucha.
En ocasiones los ejemplares de Fario adquieren tonalidades oscuras, propias de su entorno llegando casi al negro donde desaparecen las clásicas manchas rojas.
Estos esteros costeros poseen riberas cubiertas de frondosa vegetación nativa que contribuye a la presencia de insectos y a una variada avifauna. Los pocos espacios abiertos de sus márgenes exigen presentaciones muy delicadas y sigilosas aproximaciones, debido al constante patrullaje de las truchas por su territorio notando todo cambio del entorno, niveles de luz o movimiento en las orillas que desata su huida.
Por lo anterior, la «pesca a la vista» es una modalidad que practico con frecuencia en estos difíciles esteros empleando pequeñas ninfas y finos y largos líderes los que permiten una presentación adecuada para estas esquivas residentes.
Esta modalidad requiere de paciencia y sigilo porque supone largas esperas observando el agua hasta evidenciar la presencia de la trucha y su recorrido. A veces un ligero «rise» o captura de un insecto en la superficie es suficiente para acusar la presencia del pez, entonces recién se planifica la estrategia para abordar la presentación de la mosca.
En la selección de las moscas, estas incluyen pequeñas ninfas de mayflies o dípteros en #16 y 14 a principios de temporada, hasta stoneflies en tamaño #10 en los meses de estío. No es raro que el menú de las truchas incluya pequeños crustáceos como pancoras y camarones de río. Para ello, el empleo pequeños streamers de color verde oliva (pancoras) y negro (camarones) son una alternativa a tener en cuenta.
Si el entorno presenta vegetación de quilas o coligües entre las opciones a considerar se encuentran patrones de ratón y si en los bordes crecen arbustos o pastizales los patrones de saltamontes o la (resistida por mí) Chernobyl Ant son una excelente elección.
La mayor dificultad por cierto la constituye los troncos sumergidos y la característica forma de luchar de la trucha fario. Una vez que siente el acero en su boca, la trucha buscará el lecho del río para restregarse y liberarse del anzuelo desplazándose a través de los troncos y raíces sumergidas. Estos formidables obstáculos constituyen el mejor disuasivo para el pescador debido a que en este caso perderá su mosca en forma irremediable.
Otra característica de estos esteros es que generalmente en sus tramos iniciales escurren por el fondo de quebradas, a veces de fuerte pendiente que en las crecidas invernales arrastran gran cantidad de piedras de gran tamaño que hace difícil o imposibilita el desplazamiento a través de su lecho o su vadeo. Las ramas y raíces ocultas constituyen virtuales trampas que fácilmente darán cuenta del más caro de los waders del mercado.
Como se puede apreciar, ante esta cantidad de dificultades, la pesca en los esteros de nuestros cerros costeros implica desafíos que no todo pescador está dispuesto a arrostrar eligiendo en cambio, aguas de acceso expedito, amplios espacios para castear y fondos llanos y libres de obstáculos que reclamarán «la mejor»mosca atada prolijamente …recién …la noche anterior.
Es posible que en una jornada los resultados sean nulos, y también es probable entonces, que nos sintamos tentados a meditar acerca de la conveniencia de insistir en este tipo de pesca. Sin embargo la súbita arremetida de una sola trucha que desaparece con nuestra mosca y nos desafía a una lucha complicada, nos convencerá que toda precaución, cuidado y tensiones previas valieron la pena.
Artículo y fotos
Luis Vásquez G.
Socio del Club de Pesca «Ríos del Sur» -Valdivia